Libro de Ejercicios – Tema 7 – Lección 288
Perdóname hoy. Y sabrás que me has perdonado si contemplas a tu hermano en la luz de la santidad. Él no puede ser menos santo que yo y tú no puedes ser más santo que él.
Perdóname hoy. Y sabrás que me has perdonado si contemplas a tu hermano en la luz de la santidad. Él no puede ser menos santo que yo y tú no puedes ser más santo que él.
¿Adónde querría ir sino al Cielo? ¿Qué podría substituir a la felicidad? ¿Qué regalo podría preferir a la Paz de Dios? ¿Qué tesoro querría buscar, hallar y conservar que pudiera compararse con mi Identidad? ¿Cómo iba a preferir vivir con miedo en vez de con amor?
La quietud de hoy nos dará esperanzas de que hemos encontrado el camino y de que ya hemos recorrido un gran trecho por él hacia una meta de la que estamos completamente seguros. Hoy no dudaremos del final que Dios Mismo nos ha prometido. Confiamos en Él y en nuestro Ser, el cual sigue siendo uno con Él.
Padre, mi santidad es la Tuya. Que me regocije en ella y que mediante el perdón recobre la cordura. Tu Hijo sigue siendo tal como Tú lo creaste. Mi santidad forma parte de mí y también de Ti. Pues ¿qué podría alterar a la Santidad Misma?
Padre, lo que Tú me has dado no puede hacerme daño, por lo tanto, el sufrimiento y el dolor son imposibles. Que mi confianza en Ti no flaquee hoy. a Que acepte como Tu regalo sólo lo dichoso y, como la verdad, sólo lo que me hace feliz.
Ahora todos somos uno en la Identidad que compartimos, ya que Dios nuestro Padre es nuestra única Fuente y todo lo creado forma parte de nosotros. Y así, bendecimos todas las cosas y nos unimos amorosamente al mundo, el cual nuestro perdón ha hecho que sea uno con nosotros.
Padre, Tu Nombre, al igual que el mío, es Amor. Ésa es la verdad. ¿Y es posible acaso cambiar la verdad dándole simplemente otro nombre? El nombre del miedo es simplemente un error. Que hoy no tenga miedo de la verdad.
Hoy no me haré daño a mí mismo, pues me encuentro mucho más allá de cualquier dolor. Mi Padre me puso a salvo en el Cielo y vela por mí. Y no quiero atacar al Hijo que Él ama porque lo que Él ama es mío para que yo también lo ame.
Hoy quiero rendir honor a Tu Hijo, pues sólo así puedo encontrar el camino que me conduce hasta Ti. Padre, no le impondré límite alguno al Hijo que Tú amas y que creaste ilimitado. El honor que le rindo a él Te lo rindo a Ti, y lo que es para Ti es también para mí.
Hoy aceptaré Tus promesas y depositaré mi fe en ellas. Mi Padre ama a Aquel a Quien creó como Su Hijo. ¿Me negaría, entonces, los regalos que me hizo?
Padre, lo único que pido es la verdad. He tenido muchos pensamientos descabellados acerca de mí mismo y de mi creación, y he introducido en mi mente un sueño de miedo. Hoy no quiero soñar. Elijo el camino que conduce a Ti en lugar de la locura y el miedo. Pues la verdad está a salvo y sólo el amor es seguro.
Tu Hijo es libre, Padre mío. Que no me imagine que lo he aprisionado con leyes que yo mismo inventé para que gobernasen el cuerpo. Él no está sujeto a ninguna de las leyes que he promulgado para ofrecerle más seguridad al cuerpo. Lo que cambia no puede alterar a Tu Hijo en absoluto. Él no es esclavo de ninguna de las leyes del tiempo. Es tal como Tú lo creaste porque no conoce otra ley que la del amor.