Libro de Ejercicios – Tema 4 – Lección 252
Padre, Tú conoces mi verdadera identidad. Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo para que pueda despertar a la verdad en Ti y saber que se me ha restituido el Cielo.
Padre, Tú conoces mi verdadera identidad. Revélamela ahora a mí que soy Tu Hijo para que pueda despertar a la verdad en Ti y saber que se me ha restituido el Cielo.
No necesito nada más que la verdad. Y por esa paz, Padre nuestro, te damos gracias. Lo que nos negamos a nosotros mismos, Tú nos lo has restituido, y eso es lo único que en verdad queremos.
Él es Tu Hijo, Padre mío. Y hoy quiero contemplar su ternura en lugar de mis ilusiones. Él es lo que yo soy, y tal como lo vea a él, así me veré a mí mismo. Hoy quiero ver verdaderamente para que en este mismo día pueda por fin identificarme con él.
Padre, queremos devolverte nuestras mentes. Las hemos traicionado, sumido en la amargura y atemorizado con pensamientos de violencia y muerte. Ahora queremos descansar nuevamente en Ti, tal como Tú nos creaste.
Padre, mi viejo amor por Ti retorna y me permite también amar nuevamente a Tu Hijo. Padre, soy tal como Tú me creaste. Ahora recuerdo Tu Amor, así como el mío propio. Ahora comprendo que son uno.
Así es como quiero ver a todo el mundo hoy. Mis hermanos son Tus Hijos. Tu Paternidad los creó y me los confió como parte de Ti, así como de mi propio Ser. Hoy Te honro a través de ellos, y así espero en este día poder reconocer mi Ser.
Aceptaré seguir el camino que Tú elijas para que yo venga a Ti, Padre mío. Y no podré por menos que triunfar porque así lo dispone Tu Voluntad. Y reconoceré que lo que Tu Voluntad dispone y sólo eso, es lo que la mía dispone también. Por lo tanto, elijo amar a Tu Hijo. Amén.
Y así caminamos en paz, transmitiendo al mundo entero el mensaje que hemos recibido. Y de esta manera oímos por fin la Voz que habla por Dios, la cual nos habla según nosotros predicamos la Palabra de Dios, Cuyo Amor reconocemos, puesto que compartimos con todos la Palabra que Él nos dio.
Y ahí es en verdad donde nos encontramos. No hay tormenta que pueda venir a azotar el santuario de nuestro hogar. En Dios estamos a salvo, pues ¿qué podría suponer una amenaza para Dios o venir a asustar a lo que por siempre ha de ser parte de Él?
Padre, hoy dejo que la Creación sea lo que es. Honro todos sus aspectos, entre los que me cuento. Somos uno porque cada aspecto alberga Tu recuerdo, y la verdad sólo puede derramar su luz sobre todos nosotros cual uno solo.
Y así, Te dedicamos este día. Venimos con mentes completamente receptivas. No pedimos nada que creamos desear. Concédenos únicamente lo que deseas que recibamos. Tú conoces nuestros deseos y necesidades. Y nos concederás todo lo que sea necesario para ayudarnos a encontrar el camino que nos lleva hasta Ti.
Ahora nos hemos perdonado los unos a los otros, y así podemos por fin regresar a Ti. Padre, Tu Hijo, que en realidad nunca se ausentó, retorna al Cielo y a su hogar. iQué contentos estamos de que se nos haya restituido la cordura y de poder recordar que todos somos uno!