Libro de Ejercicios – Tema 14 – Lección 360
Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que por medio de nosotros el mundo sea bendecido con paz.
Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que por medio de nosotros el mundo sea bendecido con paz.
La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana; toda aflicción es reemplazada por alegría. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error.
Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su Respuesta es la única que realmente deseo.
La verdad contesta toda invocación que le hacemos a Dios, respondiendo primero con milagros, y luego retornando a nosotros para ser ella misma.
La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él.
La paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando acepte la Palabra de Dios son ilimitados. ¿Por qué no aceptarla hoy?
Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador mora en Él, tal como Él mora en mí.
Mis ojos, mi boca, mis manos y mis pies tienen hoy un solo propósito: estar al servicio de Cristo a fin de que Él pueda utilizarlos para bendecir al mundo con milagros.
Los juicios son lo opuesto al amor. De los juicios procede todo el dolor del mundo, y del amor, la Paz de Dios.
Mi hermano impecable es mi guía a la paz. Mi hermano pecador es mi guía al dolor. Y el que decida ver será el que contemplaré.
Y a medida que hagamos acopio de Sus milagros, estaremos en verdad agradecidos. Pues conforme Lo recordemos, Su Hijo nos será restituido en la realidad del Amor.
Nuestro Padre conoce nuestras necesidades, y nos da la gracia para satisfacerlas todas. Y así, confiamos en que nos enviará milagros para bendecir al mundo y sanar nuestras mentes según regresamos a Él.