Libro de Ejercicios – Lecciones Finales – Lección 365
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará la paz.
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará la paz.
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará la paz.
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará la paz.
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará la paz.
Te entrego este instante santo. Sé Tú Quien dirige, pues quiero simplemente seguirte, seguro de que Tu dirección me brindará la paz.
Que la paz sea conmigo, el santo Hijo de Dios. Que la paz sea con mi hermano, que es uno conmigo. Y que por medio de nosotros el mundo sea bendecido con paz.
La respuesta de Dios es alguna forma de paz. Todo dolor sana; toda aflicción es reemplazada por alegría. Las puertas de la prisión se abren. Y se comprende que todo pecado no es más que un simple error.
Ninguna invocación a Dios puede dejar de ser oída o no recibir respuesta. Y de esto puedo estar seguro: Su Respuesta es la única que realmente deseo.
La verdad contesta toda invocación que le hacemos a Dios, respondiendo primero con milagros, y luego retornando a nosotros para ser ella misma.
La enfermedad no es sino otro nombre para el pecado. La curación no es sino otro nombre para Dios. El milagro es, por lo tanto, una invocación que se le hace a Él.
La paz, la dicha y los milagros que otorgaré cuando acepte la Palabra de Dios son ilimitados. ¿Por qué no aceptarla hoy?
Cristo y yo nos encontramos unidos en paz y seguros de nuestro propósito. Su Creador mora en Él, tal como Él mora en mí.