Libro de Ejercicios – Repaso 2- Lección 82
Mi perdón es el medio por el que la luz del mundo se expresa a través de mí. Mi perdón es el medio por el que cobro conciencia de la luz del mundo en mí.
Mi perdón es el medio por el que la luz del mundo se expresa a través de mí. Mi perdón es el medio por el que cobro conciencia de la luz del mundo en mí.
Recuerda que el Espíritu Santo es la Respuesta, no la pregunta. El ego siempre habla primero. El ego no se considera a sí mismo parte de ti. En eso radica su error fundamental, la base de todo su sistema de pensamiento.
¡Cuán santo soy, que se me ha encomendado la función de iluminar el mundo! Que permanezca en quietud ante mi santidad. Que en su serena luz desaparezcan todos mis conflictos. Y que en su paz pueda recordar Quién soy.
Ahora estamos listos para otro repaso. Comenzaremos donde el anterior terminó y abarcaremos dos ideas por día. La primera parte del día se dedicará a una de estas ideas, y la segunda parte a la otra.
La palabra “conoce” está usada correctamente aquí porque el Espíritu Santo, mediante Su percepción imparcial, guarda todavía el Conocimiento a salvo en tu mente. Dado que Él nunca ataca, no obstaculiza la Comunicación de Dios. Por lo tanto, el estado de ser nunca se ve amenazado. Tu mente, que es semejante a la de Dios, jamás puede ser profanada.
La salvación, pues, depende de que reconozcas que ése es el único problema y de que entiendas que ya se ha resuelto. Un solo problema, una sola solución. La salvación se ha consumado. Se te ha liberado de todo conflicto.
La proyección, sin embargo, siempre te hará daño. La proyección refuerza tu creencia de que tu propia mente está dividida, creencia ésta cuyo único propósito es mantener vigente la separación. La proyección no es más que un mecanismo del ego para hacerte sentir diferente de tus hermanos y separado de ellos.
No puedes resolver un problema a menos que sepas de qué se trata. Incluso si ya está resuelto, lo seguirás teniendo porque no reconocerás que ya se ha resuelto. Ésta es la situación del mundo.
Aunque antes sólo hice hincapié en la resurrección, no aclaré entonces el propósito de la crucifixión y la manera en que ésta, de hecho, condujo a la resurrección.
Tal vez aún no esté completamente claro para ti el hecho de que en cada decisión que tomas estás eligiendo entre un resentimiento y un milagro. Cada resentimiento se alza cual tenebroso escudo de odio ante el milagro que pretende ocultar.
La ira siempre entraña la proyección de la separación, lo cual tenemos que aceptar en última instancia como nuestra propia responsabilidad en vez de culpar a otros por ello. No te puedes enfadar a no ser que creas que has sido atacado, que está justificado contraatacar y que no eres responsable de ello en absoluto.
Tu derecho a los milagros no se basa en las ilusiones que tienes acerca de ti mismo. No depende de ningún poder mágico que te hayas atribuido ni de ninguno de los rituales que has ingeniado. Es inherente a la verdad de lo que eres. Está implícito en lo que Dios, tu Padre, es.