Texto – 11.III. De las tinieblas a la luz
Si no te hicieras daño a ti mismo no podrías sufrir en absoluto, pues ésa no es la Voluntad de Dios para Su Hijo. El dolor es algo ajeno a Él, ya que no sabe de ataques, y Su Paz te rodea silenciosamente. Dios permanece en perfecta quietud, ya que en Él no hay conflicto alguno.